Hoy es sábado

Mariano y Romina se terminaban de preparar. Él llenaba la riñonera con las llaves, la botella de agua, una vincha para el pelo y la billetera (por si acaso). Ella estaba en el baño, apurada y desapurada, lavándose los dientes, poniéndose las zapatillas y peinándose el pelo (por si acaso).

Mariano y Romina viven en un departamento cerquita de los bosques de Palermo, en el segundo piso, 2 ambientes, chiquitito pero cómodo. La mamá de Romina les regaló un sillón y el papá de Mariano un televisor del año del jopo. En la casa de los papás de Romina ahora ya no tienen sillón, y en la casa de Mariano se compraron un tele nuevo.

Mariano y Romina salen los sábados a correr, por la cercanía, lo más cómodo es ir a los bosques de Palermo. Nunca fueron demasiado deportistas pero les gusta mantenerse bien, sanos, y aunque sea una vez por semana, se mueven un poco.

Hoy es sábado.

Mariano y Romina tienen una ceremonia para bajar con las bicis del depa. Él pone la bici de Romina en una rueda y la ayuda a meterla en el ascensor, él sale del ascensor, Romina se sube, y mantiene la puerta abierta mientras Mariano empieza a bajar la escalera con su bici, después de unos momentos toca el botón y se encuentran con timing perfecto en la planta baja.

Mariano y Romina llegan al parque como a las nueve de la mañana, dejan las bicis en un árbol, y se ponen a calentar un rato. Cuando empiezan a trotar él va un poco más rápido, entonces cuando ya le lleva mucha distancia se devuelve. Así están por una hora. Hasta que se acuestan en el pastito al lado de un árbol, a tomar agua y estirar otra vez.

– Disculpá ¿Tenés fuego?

– No, perdoná, no tengo – responde Mariano.

– Y decime… – dice pronunciando lentamente Mariana – ¿hoy es viernes… sábado…?

– Hoy es sábado – dice Romina

Mariana y Ramón se sientan en el pasto que está un poco mojado por el rocío. Él para y deja caer la mochila para sentarse. Ella pone cara de fastidio, ya no aguanta las gambas.

Mariana y Ramón siempre van al mismo lado después de escaviar toda la noche, al bosque de Palermo, ahí se puede dormir un rato sin que los jodan. Se van fumando el resto de porrito que les quedaba.

Mariana y Ramón se cruzan insultos con el patovica que lo sacó a la fuerza a él. Ella le pega en la espalda al salir del bar, le grita, y sale tambaleándose.

Mariana y Ramón andan cruzados, se metieron mucho, están mareados, salen a tomar aire, empujan a la gente. Los patovas los vieron desde hace rato, y ya les estaban haciendo números.

Mariana y Ramón se encuentran al Facha, les da unos paquetitos, ellos se los meten, está bueno, el Facha siempre consigue buena calidad. Cuando entran, se dan cuenta que está lleno de chetos. Ya no es lo que era.

Hoy es viernes.

Mariana y Ramón están tomados, ella quiere ir a buscar al Facha, se pone desodorante (por si acaso), él está en el baño vomitando, se lava los dientes (por si acaso).

Acerca de Martín Oliveros Heinze

Buenos Aires - San José - Berlín // Historietas (dibujadas con la mano izquierda), cuentos (para mantener la vida social), diseño gráfico (por gusto y necesidad), fotos (por lo tricky de la memoria visual), radio (influencias mientras influyo), y finalmente cine (la sintesis de lo inrresumible).

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